viernes, marzo 01, 2024

CATORCE LATIGAZOS

 

CATORCE LATIGAZOS

 

                Se eleva enigmática la Gran Pirámide de Keops en la llanura de Guiza, junto a la extensa urbe de El Cairo, en Egipto, casi indiferente al paso inexorable del tiempo, desafiando toda comprensión.

            La miro por los cuatro costados y no termino de completar mi admiración y asombro por tanta magnificencia y derroche de esfuerzo. No vamos a terminar nunca de adivinar sus misterios, sus confidencias y sus secretos.

            Cada noche se alinea con el cinturón de Orión en un crepúsculo interminable de alucinaciones volátiles en su incesante aleteo migratorio hacia las estrellas.

            ¿Cuánta gente fue necesaria para poder lanzar un barco hacia la eternidad? Un sacrificio ciego que jamás será pagado con todo el oro del mundo.

            Por un día yo también quisiera ser de la cuadrilla de los amigos de Keops, infiltrarme a través del umbral del tiempo y tirar de la soga que arrastraba cada bloque de piedra caliza de dos toneladas y media, aunque tuviera que recibir catorce latigazos por minuto, en ese ensimismamiento de distracción al que no podría ser ajeno, hasta formar parte de una historia indestructible, de personas anónimas con una voluntad inquebrantable, para que el nieto de un dios menor alcanzase la vida eterna.

            Formar parte de una época, participar de una obra grandiosa, la última de las siete maravillas del mundo antiguo, averiguar el secreto que acumula una creencia que no admite discusión alguna, bien vale esos catorce latigazos.

            Y luego volver con la sensación de haber completado una vida plena y tener la convicción de ser uno más, tan insignificante como cualquier trabajador anónimo que quemó su vida cargando una fe tan pesada y ciega como los cientos de toneladas de caliza transportada a sangre sobre sus espaldas, una vida que al menos tuvo un sentido, una justificación tan válida que nos ha dejado sin argumentos frente a la mezquindad de nuestra miserable existencia.

 

Francisco Javier Torres López

No hay comentarios:

Publicar un comentario