sábado, junio 11, 2011

EL SABER ESCUCHAR Y LA MALA EDUCACIÓN

Yo no quisiera que mi médico me recetara sin antes escucharme, que el Juez me condenara sin darme opción a defenderme o que mi jefe de personal, por ejemplo, me valorara sin oírme antes con un poco de atención y respeto.
¿Será mucho pedir ?
Saber escuchar al prójimo forma parte de la buena educación de las personas, es un ejercicio de respeto hacia los demás, a veces una obligación y otras simplemente por caridad.
Saber escuchar a los demás no es nada sencillo, incluso para aquellas profesiones que ya llevan implícita dicha obligación. ¡ Qué seria de un psicólogo que no escuchara a sus pacientes, o de un educador que no supiera escuchar a sus alumnos !
Todos queremos hablar, dar nuestras opiniones, tomar la palabra y expresarnos, pero hay quien va más allá, y le gusta ser el centro de las reuniones, ya sean de padres, de vecinos, de trabajadores, etc., e imponer sus criterios, aunque para ello tenga que interrumpir una y otra vez a cualquiera que también desee intervenir. Suelen hablar a voces, sin educación, sin respeto, con menosprecio hacia los demás, como si estuvieran siempre en posesión de la verdad, y con aires de superioridad.
Encontrar a una persona que te escuche es una verdadera bendición. Cuando entramos en un despacho deseamos que se nos atienda y se nos escuche con paciencia y respeto. No queremos que nos traten a voces, que nos falten el respeto, que nos corten la palabra, que no nos dejen terminar una simple frase.
Cuánto bueno sería añadir otra asignatura más en la escuela: saber escuchar, y saber enseñarla.
No estaría por demás hacer una reflexión, un ejercicio de humildad para reconocer que no somos perfectos, que algo habremos hecho mal. Si alguien pregunta, dándose a sí mismo la respecta, que le digan qué es lo que ha hecho mal, solamente se puede pensar una cosa: estamos ante la vanidad, ante la prepotencia y ante la estupidez hecha persona.
Yo también quiero ser escuchado por mi médico, por el Juez o por mi jefe de personal, por ejemplo, y a ser posible con atención y respeto.
Todos necesitamos sentirnos escuchados, pero si no encuentras quien lo haga, si te topas con el prepotente, con el intransigente, con el autoritario, con el intolerante, con el estrafalario, con el jefe de turno, y no te deja pronunciar una sola palabra. Si te encuentras frente a una muralla, una tapia, una alambrada espinosa, un telón de acero; si te encuentras frente a un muro, ¿qué piensa que deberíamos hacer?
Si sabe la respuesta, dígala “en voz alta”.

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