jueves, enero 29, 2009

El escándalo

Por correo electrónico he recibido varias veces, como supongo que muchos de nosotros, un correo advirtiéndome de otro abuso de ENDESA.

Al leerlo me viene a la cabeza un anuncio televisivo, quizás de Cáritas, en el que una mujer madura pero todavía iluminada de juventud, atractiva y completamente desnuda, comía los alimentos que iba rebuscando en contenedores de basura.

Por si alguien no ha leído el correo sobre Endesa, que alguno habrá, se trata de denunciar que, aprovechando que el recibo es mensual y la lectura bimestral, el consumo de energía eléctrica estimado para el pasado diciembre pudo haberse reducido artificialmente para que resultara más abultado el de enero. De esa forma nos facturarían el mayor consumo con los precios de la tarifa del 2009. Bastante más altos, aunque estemos en recesión y casi en deflación.

Pues bien, en el prolijo y reivindicativo correo se dan varios consejos para evitar las arbitrariedades de la Compañía, eludiendo pagar más por lo que debe costar menos. Además se añade el consejo de utilizar en las quejas un teléfono concreto que comienza por 93 en lugar del 902509509 que es el facilitado por Endesa para atención al cliente, de forma que podamos beneficiarnos de la tarifa plana.

Nada de esto me sorprendió. Ya había observado la maniobra. Ni es la primera vez ni será la última en que una de las partes contratantes impone a la otra condiciones más gravosas con sólo modificar el volumen de una estimación o la fecha de una lectura.

Lo que me ha sorprendido es que una docena larga de personas me hayan enviado este correo sin reparar en lo que supone el prefijo 93 del teléfono al que nos puede salir gratis llamar para quejarnos.

Esa posibilidad de llamar "gratis" nos avisa que se han concentrado en Barcelona todos los servicios administrativos de atención al cliente de Endesa. Seguramente alguien podrá confirmarnos que detrás del 902516516, el teléfono de averías, también se esconde otro teléfono que ya no suena en la Plaza 1º de Mayo de Úbeda, el Paseo de la Estación de Jaén y ni tan siquiera en el Camino de los Descubrimientos de Sevilla, sino en la Avenida del Paralelo de Barcelona o en algún suburbio barcelonés de oficinas donde los costes serán menores.

Las docenas, los cientos o los miles de puestos de trabajo que estas actividades generan, lo mismo que las infraestructuras que necesitan que antes estaban en la calle de más abajo y en las que trabajaba el vecino del segundo, se crean ahora sólo en Barcelona. El recibo lo seguimos pagando aquí. En la calle de abajo hay un local cerrado y de Juan ya no sé nada.

Pero esa factura de diciembre, la que artificialmente han reducido para que recordemos durante más tiempo la de enero, se expide en Barcelona, cerca de alguna Agencia Tributaria de la Generalitat de Catalunya o incluso del Gobierno de España. Y es posible que una buena parte del importe de esa infalible línea que antecede al cierre de toda factura, la del 16% del IVA que pagamos por la electricidad y hasta por el impuesto que la grava, se quede muy cerca de la Avenida Diagonal y muy lejos del lugar donde se paga. Ahora se está negociando su destino.

Recuerdo que la cámara, después de mostrarnos las inmundicias del contenedor que en una céntrica calle revolvían las manos de la mujer en busca de algo comestible, se recreaba en su cuerpo desnudo. La cara agraciada, aunque sucia en torno a la boca, los hombros erguidos, larguísimas y sensuales las piernas, los pechos firmes y tentadores.

Después sólo una pregunta. «¿De qué te escandalizas?»

domingo, enero 18, 2009

EL ABRAZO

Quedaba el abrazo. Me hubiera gustado encontrarte siempre en el mismo sitio, volver sobre mis pasos; pero se hacía imposible. Dejar pendiente cada día algo que necesitamos dar, dejar olvidado el cariño, abandonar los lazos que nos podrían unir…
Quedaba el abrazo. Y mientras pasaba el olvido, más se iba pudriendo el fino hilo que nos unía. Un día más, un momento más y todo se hubiera hecho indiferencia.
Pero estabas ahí, casi de repente, bajando las escaleras, frente a mí, como cuando aparece una ráfaga de viento al cruzar la esquina.
Sin pensarlo, corrí hacia ti; juntos, sin palabras, corrimos hacia nosotros mismos, desandando nuestros pasos, recuperando los lazos, olvidando que los años pasados han sido solamente un insignificante instante de nuestras vidas, un simple pestañeo.
Sin pensarlo, sonreí como pocas veces se hace, ampliamente, igual que si hubiera recuperado un trozo de la tarta de felicidad que un día no supe saborear.
Sin pensarlo, nos abrazamos. Se olvidaron los momentos perdidos, recuperamos todo lo que no supimos ver. Sonreíste ampliamente, adivinando todo lo que había guardado en la parte más oscura de mis sentimientos. Sonreímos ampliamente, respirando hondo, tan solo porque habíamos compartido un único momento, el abrazo, el que nunca antes nos dimos, el que quise darte siempre, el que quise que me dieras siempre, pleno de cariño y ternura.
Nadie antes había apretado sus brazos contra mi cuerpo con esa fuerza que da el saberse querido, aunque fuera infinitamente breve en mis deseos; un segundo lleno de mil segundos cargados de un tiempo casi olvidado.
Quedaba el abrazo. Ahora queda el recuerdo de saberse querido, queda la huella, queda la esperanza, la ilusión y el vuelo del águila que planea cada día en los rincones más oscuros del alma.

miércoles, enero 07, 2009

LA GENERACION DE LOS TONTOS

Que no se moleste nadie, es una forma de hablar. Sálvese el que pueda.

No se si mi pesimismo viene a cuento porque estas fiestas navideñas llegan a estresarte tanto que te desquicias; tanta fiesta, tanto puente, tantos regalos, tanto agobio, tanto espíritu navideño, tanta reunión familiar a costa de horas de cocina de la abuela, tantas colas... con lo feliz que puede llegar a ser uno en su rutina diaria en un mes distinto.

En estos días nadie te garantiza ni siquiera tu sillón del cuarto de estar. Y es que, ya se sabe... vuelven a casa por navidad.
Claro, vuelven a "tocarse las bolas" a tu costa, porque ellos vienen siempre de vacaciones, y en vacaciones no se hace nada, salvo dormir y salir de juerga hasta muy tarde, cuanto más tarde mejor.

Si, son ellos, están ahí cada vez que hay vacaciones, en pandillas, de garito en garito, o en cualquier placita haciendo botellón.

Se han estando graduando toda su vida: se graduaron en la guardería con su sombrerito de cartón pintado de negro, a lomos de sus abuelos; luego en educación infantil. Seguidamente pasaron a la primaria donde también se volvieron a graduar, y al final de su ciclo adolescente, allá por la Eso o el Bachiller, son despedidos de su colegio con diploma y nueva graduación, esta vez con foto oficial, orla, trajecito de fiesta y comida... a lo grande. Se lo han merecido por su dura trayectoria estudiantil, consecuencia de un duro esfuerzo diario de estudio y trabajo.

Nosotros, mientras tanto, o se nos caía la baba de ver a esa prole como se esforzaba para conseguir una adecuada formación, o hacíamos la vista gorda, mientras llegaban tarde a casa o "progresaban adecuadamente" en su cole.

Y nadie suspendía, eso quedó prohibido. Aquí ya no hay frustraciones que produzcan taras de ningún tipo a estos esforzados muchachos/as. Todos a pasar de curso por decreto, y nada de exámenes de septiembre, que el verano es para disfrutar de las vacaciones.

Son ellos, los que creen que la vida es una larga fiesta y consideran que el colegio-instituto-facultad es la prolongación de un bolletón interminable.
Son ellos, los que nunca llegan a graduarse definitivamente, porque son demasiado jóvenes para dedicarse a otra cosa que no sea el estudio esforzado.
Son ellos, los que sin saberlo, emulan a cantinflas, con los pantalones a medio culo, enseñando sus calzoncillos o sus braguitas, limpiando las aceras con los bajos de sus pantalones hechos tiras.
Son ellos, los que no usan peine, o si, pero en ambos casos se remiran al espejo largo rato, para que cada mechón quede perfectamente despeinado.
Son ellos, los que crecieron en palmitos, todo a pedir de boca. De nada les faltó.
Son ellos, los que necesitan mucho dinero que piden sin pudor, porque su vida social así lo exige.
Son ellos, los que no saben de historia o geografía distinta a la de su comunidad, porque los planes de estudios le impidieron abarcar otros conocimientos. Claro que, y ahí es verdad, ellos no tuvieron la culpa de que los políticos de turno crearan normas educativas para fomentar la analfabetizacíón. Quizás sea el estado de las autonomías... vaya usted a saber.

Pues si, son ellos, los que no conocieron el palmetazo en la escuela, los del tarro de potito, los del video-juego portátil, los del mp3, mp4, móvil en mano y toda esa parafernalia tecnológica imprescindible ya a los 10 años, por lo menos. Son ellos, los de pendientes en orejas, nariz, lengua o en cualquier otro lugar. Son ellos, los que se creen que han inventado el mundo, y antes de ellos solo había antigüedad, oscurantismo y olor a rancio.

Son ellos, los que un día se apuntaron a una cofradia semanasantera, cuando estaba de moda, y luego, según soplaban los vientos de la modernidad o de la progresia botellonera, abandonan sin más. Suelen ser poco comprometidos.

Son ellos los que no tienen prisa en salir de la casa de sus "viejos", porque les viene muy bien que mamá les ponga la comida y les lave la ropa, sin pagar un duro, mientras su sueldo, de tenerlo, va íntegro para sus enormes gastos sociales, es decir, sus juergas, sus tapitas, sus botellones, sus viajecitos, etc. Ello les provoca una visión deformada de la realidad, pues su sueldo de mil-eurista, como puede ganar cualquier padre de familia, solo lo dedican a su holganza, sin saber que existen otros gastos mas normales como el pago de la hipoteca, los gastos de la comida, luz, agua, coche, vestimenta, etc., de los cuales ellos estan exentos al vivir en casa de sus papis, de tal modo que cuando deciden independizarse, su sueldo les parece tan ridículo que siguen pidiendo mas y mas dinero a sus progenitores, que ya no conseguirán quitárselos de su chepa en toda su vida.

Son ellos, los que van con los coches de papà, ventanilla abierta, haciendo sonar el radio-casette a toda pastilla, como discotecas ambulantes, sin haber descubierto aun el punto máximo de lo hortera que se puede llegar a ser.

Son ellos, los eternos adolescentes, los quince-añeros perennes, los que creen que los demás nos hacemos viejos, o incluso que ya nacimos de mayores, y ellos se van haciendo cada vez mas jóvenes.

Son ellos, los que consideran que el mundo ha sido hecho a su medida y para su disfrute, y los mayores solo deben estar a su servicio.

Son ellos, los transigentes, los modernos, los moderados, a los que no se les puede llevar la contraria, no vaya a ser que se enfaden o que se frustren si se les regaña.

Son ellos, que no conocieron ningún tipo de castigo físico, pero que al educador político le ha dado por sacar anuncios en la televisión en su favor... "no al maltrato físico de los niños", como si ahora en las escuelas estuviera en vigor aun el palmetazo, el tirón de patillas o cualquiera de las formas que nos "frustró" a los demás. Y que piensa que los padres/madres en sus casas les infringen duros castigos físicos o psíquicos... porque una madre sordomuda dio un merecido azotazo a su hijo.

Son aquellos cuyos padres van a recriminar al maestro/a por algún castigo a su "modélico angelico", o por alguna mala nota, o por haberle regañado en clase, o por algún mal modo, o por haberlos mirado de reojo, o quien sabe... pero una cosa tienen clara: los pedos de sus niños no huelen.

Son ellos, esos que viven de sus padres hasta que puedan vivir de sus hijos, según dicen algunos.

Si, son ellos, no todos, pero son ellos.

Y nosotros somos los otros, la otra generación, la generación de los.... tontos, los que cuidaremos de nuestros padres, pero que terminaremos recogidos en un geríatrico, o abandonados en alguna gasolinera, que es muy socorrido también. Los que nos esforzamos en criar a la prole sin pedir nada a cambio, casi como único objetivo en nuestra vida.

Que nadie se sienta aludido, ni que piense que hablo en primera persona, como en una autobiografia. No he tenido tanta mala suerte, ni muchísimo menos. Yo solo hablo por lo que observo, por lo que se comenta y por el sentir general. No cabe duda que habrá muchos hijos, seguramente más de los que nos creemos, que no encajen en este análisis, de lo cual yo me alegro profundamente.

En fin, yo tambien supongo que el péndulo regresará nuevamente a su punto de partida, y espero que, como dice el refranero... a cada cerdo le llegue su San Martín.