Aprovechando la presentación del libro "SAN NICOLÁS DE BARI Y SU JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA", de D. Ginés de la Jara Torres Navarrete, que correrá a cargo de su actual Párroco, D. Alfonso Garzón, que tendrá lugar el proximo viernes, 19 de junio, a las 8,30 en el Hospital de Santiago, en el aula de lectura, me permito adelantaros la presentación que incluye el mismo, y que se transcribe seguidamente, con el deseo de que fuere del agrado de todos.
PRESENTACIÓN
I.-
LA FORMA
Hoy tenemos el
privilegio de presentar otra de sus grandes y dignas obras, siguiendo la misma
línea de investigación en Archivos Municipales, Nacionales, Parroquiales, etc.,
sin bajar un ápice el rigor histórico al cual nos tiene acostumbrados su autor,
manteniendo el listón solamente al nivel de los grandes historiadores. Hoy
vamos a presentar su nueva publicación sobre la Parroquia de San Nicolás de
Bari, edificada en Úbeda, y su jurisdicción eclesiástica. Y ello también gracias
al esfuerzo y colaboración de D. Alfonso Garzón Vera, Párroco de dicha Iglesia,
y promotor de esta publicación.
Al comenzar su lectura ya nos llama la
atención la impresionante biografía que atesora su autor, mi padre, derivada
del esfuerzo de toda una vida plena dedicada a la cultura y muy especialmente
enfocada hacia nuestra historia más próxima, la de nuestro pueblo, nuestro
entorno, nuestros antepasados y su legado. Fruto de todo ello son sus
importantes premios obtenidos, nombramientos y merecidos reconocimientos por
distintas instituciones y entidades.
En la
construcción y mantenimiento de este imponente Templo intervinieron múltiples
personalidades a lo largo de su construcción y posterior uso al culto, pues no
en vano las obras se ejecutan entre los Siglos XIV y XV, en cuyo transcurso
tienen la oportunidad de participar varios Priores, Capellanes, Obispos y
numerosos fieles bienhechores, todos ellos personas muy influyentes de su
época, que colaboraron muy especialmente en la construcción y sostenimiento de
sus capillas y devociones. Sin duda la ejecución material por parte de diversos
artistas es innegable, dado el estilo del Templo, sus retablos, tallas,
columnas, capiteles y demás elementos constructivos y ornamentales, mereciendo
destacar en este punto D. Andrés de Vandelvira como uno de sus artistas mas
renombrado.
La obra se
estructura en diferentes apartados que se pueden agrupar a su vez en distintos
capítulos, como las Capillas y altares, cofradías del ayer, hornacinas, etc.
Capítulo aparte lo conforma el Real Convento de la Santísima Trinidad y sus
trinitarios ilustres, así como el Convento de la Coronada, y finalmente las
ermitas de la jurisdicción eclesiástica de San Nicolás, e inventario de bienes.
Un trabajo perfectamente documentado, de
cuyas fuentes da debida cuenta la extensa cita de innumerable notas a pie de
página que nos remiten a los legajos de donde fueron tomadas las noticias y nos
aclaran o amplia la información. Se nos presenta nuevamente una obra compleja y
muy elaborada por la precisión de sus datos y la profusa información que
aporta, que satisface al más exigente de los historiadores y estudiosos de
nuestra ciudad.
La
minuciosidad con la que se describe el templo, capilla a capilla, y todos sus
altares, es de tal magnitud, que nos asombra cada ínfimo detalle, con todo tipo
de información, y muy especialmente los linajes de las familias que las
fundaron, unido todo ello a fechas exactas en cuanto a su construcción, mejora
y bienes de que estaban dotadas.
De las
cofradías del ayer se hace un repaso exhaustivo de cada una de ellas, con las
fechas de su fundación, presidentes y personalidades eclesiásticas relevantes
de las mismas, ornamentos e imágenes que procesionaban y maestros imagineros.
Capitulo a
parte es el de las hornacinas, muchas de las cuales han permanecido hasta la
actualidad, destacando la del Cristo del Gallo y la de San Miguel Niño, entre
otras. Igualmente son muy populares las cruces de la jurisdicción de San
Nicolás, sobresaliendo la Cruz de Hierro, que aún se conserva.
II.- EL FONDO
Hemos estado
construyendo templos, capillas, y catedrales imponentes. No es un juego de azar,
nos mueve la fe. No se han derrochado esfuerzos ni escatimado en arte para el
olvido, sino para que perdure en el tiempo tanto como seamos capaces de
transmitir nuestras creencias. Y ahora todo se ha unido en una misma dirección.
Unos pusieron
el esfuerzo, otros su apellido y la mayoría aportó su fe, el valor más
importante que ha conseguido dar belleza a las piedras, dar vida al silencio,
arrancar sudores sin esfuerzo, transmitir la inmortalidad al tiempo; unos ya se
fueron, muchos aún quedan por venir, y se va pasando el testigo de padres a
hijos, de generación en generación, como un valor incalculable, una herencia
irrenunciable que no se nos puede arrebatar.
Son piedras
que han escrito nuestra fe, son pilares que sostienen nuestras creencias, son
templos que se edificaron y se sostienen con oraciones y credos. Plegarias que
se rezan en silencio, muy adentro, entre los sillares que labramos día a día con
nuestros corazones, para que se eleven al cielo, como los campanarios de las
iglesias, como el eco que se transmite en el aire de las campañas al vuelo, en
todas direcciones y sin más límite que nuestra imaginación y nuestros deseos.
Así se han
construido los templos, también éste, sin pensar en limites de espacio o
tiempo, sin medida ni restricción alguna en esfuerzos, cada jornada, con cada
nuevo amanecer, con la mano diestra del artista que puso rostro y expresión a
nuestra certeza, como si supiera descubrir nuestros pensamientos ocultos,
nuestros rezos anónimos en la soledad del universo, en la pequeñez de nuestra
existencia, allá sentados en el escalón último y oscuro de nuestras
indecisiones.
Un espacio
infinito, un lugar eterno, una obra de arte, un silencio para el recogimiento,
un refugio para la desolación y el desamparo, una casa imprescindible, un lugar
para volar al cielo. Para eso se construyeron los templos, también este. Un
lugar de encuentro con nosotros mismos, un lugar para la fe y la oración. Un
sitio a donde ir cuando no sabes a donde ir.
Así se
construyeron los templos, así se escribió este libro, entre frases atrapadas en
legajos polvorientos, desandando caminos olvidados, tejiendo datos y oraciones,
deseos y nombres, testamentos de ancestros, pesadas losas que dejaron su
inscripción para la posteridad, filigranas en piedra traducidas a nuestra voz.
Todo se ha ido conformando y dando perfil para lograr conocer nuestro legado en
esta obra, un esfuerzo más en la construcción de nuestra fe, en el espeso y
enmarañado tejido del tiempo y el olvido. Pero se ha conseguido, hemos logrado
el objetivo, se ha puesto la ultima piedra, la cruz del campanario, para que
llegue también como el eco difundido en el aire, como el anhelo de la llamada
esperada, el camino que perdimos, el éxtasis de la gloria, la oración final y la
despedida.
FRANCISCO
JAVIER TORRES LÓPEZ