La semana pasada [por el 5/5/2010] tuvimos en nuestra ciudad la visita turística, entre otras, de un grupo de personas que se desplazaron en dos autocares desde diversos puntos de España. La visita en sí misma no tendría mayor relevancia salvo, por la circunstancia de que estos visitantes eran personas afectadas por espina bífida, es decir, personas que tienen una movilidad reducida y necesitan silla de ruedas para desplazarse.
Ya digo, todo normal, dado que son muchos los autobuses turísticos que día tras día nos visitan, y estos dos a los que me refiero tenían esa característica de la dolencia de sus usuarios. La cuestión es que estas personas sufrieron un verdadero calvario para realizar la ruta turística habitual por una total falta de sensibilidad y de solidaridad. En primer lugar, se les prohibió acceder con los autobuses al Arroyo de Santa María con el pretexto de que eran muy largos e iban a tardar mucho tiempo en apearse estas personas a través de las plataformas mecánicas para bajar las sillas de ruedas. Con resignación, pero con razonable cabreo, esta operación la realizaron en el entorno del Parque Norte, bastante alejado, como sabemos, del casco histórico, sobre todo para personas en silla de ruedas.
Desembarcados, por fin, en tan acogedor paraje, se dispusieron a tomar el almuerzo tipo pic-nic, o sea, a base de bocadillos en el propio parque; pues bien, también se les prohibió tal menester, ignoramos la causa, aunque después les dijeron que es que se cerraba al mediodía. El caso es que la caravana de sillas de ruedas con las personas afectadas de espina bífida emprendió su periplo desde el norte hasta el sur de la ciudad, y fue la postura firme y decidida de las personas que venían al frente de la expedición la que propició que los autobuses los recogieran en el lugar habilitado para ello en el casco histórico, pues se les dijo que debían volver al parque norte a embarcar; recordemos que iban en sillas de ruedas. Ni que decir tiene la sensación de impotencia e indignación que se expresaba en el rostro de estos visitantes especiales. Tampoco queremos pensar en la publicidad tan nefasta que hemos obtenido con este episodio en los lugares de origen de estos turistas, que, repito, venían desde diversos puntos de España.
Y, relatado este incidente, nos asaltan las dudas y los interrogantes. ¿Es Úbeda una ciudad solidaria, sensible y acogedora? ¿Es factible prohibir la entrada en el Parque Norte a unos pacíficos minusválidos en silla de ruedas para comerse un bocadillo y, por contra, ver cómo los delincuentes comunes campan a sus anchas por dicho lugar vendiendo droga y extorsinando a los pobres chiquillos que buscan pasar un rato de juegos? ¿Debemos cambiar en Úbeda el slogan de “ciudad accesible” por otro que diga “minusválidos, daos la vuelta, no lo vais a tener fácil”?
Ya digo, todo normal, dado que son muchos los autobuses turísticos que día tras día nos visitan, y estos dos a los que me refiero tenían esa característica de la dolencia de sus usuarios. La cuestión es que estas personas sufrieron un verdadero calvario para realizar la ruta turística habitual por una total falta de sensibilidad y de solidaridad. En primer lugar, se les prohibió acceder con los autobuses al Arroyo de Santa María con el pretexto de que eran muy largos e iban a tardar mucho tiempo en apearse estas personas a través de las plataformas mecánicas para bajar las sillas de ruedas. Con resignación, pero con razonable cabreo, esta operación la realizaron en el entorno del Parque Norte, bastante alejado, como sabemos, del casco histórico, sobre todo para personas en silla de ruedas.
Desembarcados, por fin, en tan acogedor paraje, se dispusieron a tomar el almuerzo tipo pic-nic, o sea, a base de bocadillos en el propio parque; pues bien, también se les prohibió tal menester, ignoramos la causa, aunque después les dijeron que es que se cerraba al mediodía. El caso es que la caravana de sillas de ruedas con las personas afectadas de espina bífida emprendió su periplo desde el norte hasta el sur de la ciudad, y fue la postura firme y decidida de las personas que venían al frente de la expedición la que propició que los autobuses los recogieran en el lugar habilitado para ello en el casco histórico, pues se les dijo que debían volver al parque norte a embarcar; recordemos que iban en sillas de ruedas. Ni que decir tiene la sensación de impotencia e indignación que se expresaba en el rostro de estos visitantes especiales. Tampoco queremos pensar en la publicidad tan nefasta que hemos obtenido con este episodio en los lugares de origen de estos turistas, que, repito, venían desde diversos puntos de España.
Y, relatado este incidente, nos asaltan las dudas y los interrogantes. ¿Es Úbeda una ciudad solidaria, sensible y acogedora? ¿Es factible prohibir la entrada en el Parque Norte a unos pacíficos minusválidos en silla de ruedas para comerse un bocadillo y, por contra, ver cómo los delincuentes comunes campan a sus anchas por dicho lugar vendiendo droga y extorsinando a los pobres chiquillos que buscan pasar un rato de juegos? ¿Debemos cambiar en Úbeda el slogan de “ciudad accesible” por otro que diga “minusválidos, daos la vuelta, no lo vais a tener fácil”?
Hágase esta reflexión quien corresponda.
CRÓNICA DEL DÍA 05/05/2010 (Local)
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