Hay un procedimiento potente para refutar verdades infumables:
La reducción al absurdo. Está al alcance de cualquiera y tiene más poder de
convicción que muchas publicaciones en boletines oficiales.
¿Que no?
Ejemplo de verdad oficial: las autoridades cuidan del medio
ambiente. Tanto la legislación como las distintas administraciones se esfuerzan
por mantener en las ciudades niveles de ruido soportables.
Hace unos días, hablando con un buen hombre, trabajador, de
los que con un pequeño establecimiento de restauración sacan adelante a su
familia con mucho trabajo y más esfuerzo, participé en una curiosa escena.
Este amigo, después de pagar proyectos y obras en su establecimiento para
instalar las medidas correctoras de todo tipo que exige la legislación para no
transmitir ruidos ni a la vía pública ni a los colindantes, esperaba en la
calle mientras los técnicos llevaban a cabo la medición de aislamiento con los
consabidos 105 decibelios a ruido rosa.
No sé si harto de tanto gasto y tanta parafernalia o
irritado por la continua y quisquillosa precaución de cerrar puertas y ventanas
mientras se medía, me dijo cuando le ofrecí tabaco:
“Y todo esto para qué servirá cuando el Ayuntamiento me
autorice la terraza para veinte mesas, tenga a toda la parroquia en la calle hablando a voces y las puertas estén de par en par para darles servicio.”
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