Hace treinta meses una entrada en este blog se hacía eco de la inmediata desaparición de la Tarifa 2.0 con discriminación horaria. Luego, otras entradas de este blog, de Otro camino de Manolo Madrid y quizás algunas con mucho cálculo de vbeda.com, avisaban de que los precios de la energía eléctrica se iban a disparar o se estaban disparando ya. Incluso se dijo en alguno de estos sitios de la TUR (Tarifa de Último Recurso) que sería el refugio al que tendríamos que acogernos para huir de la voracidad de las compañías eléctricas.
Cuando ha pasado tan poco tiempo, porque dos años y medio no son nada, tenemos que volver sobre el asunto. Ahora para avisar de que la TUR está en peligro. Mejor dicho, nuestra posibilidad de acogernos a ella.
En esta "tarde gris y fría que invita al brasero y la renuncia" (que diría Manolo), en el momento en que escribo estas notas, el 27'3% de los 31.871 megawatios de energía eléctrica que se están consumiendo en España son de procedencia eólica; el 15% de Régimen Especial y otro 3'4% de las centrales térmicas de carbón. Sería una gran noticia si no fuera porque los costes de adquisición de estas producciones están en su conjunto muy por encima del precio de venta al público de la energía eléctrica.
La satisfacción de ver que el 42'3% de la electricidad que consumimos en este instante en que escribo sea renovable no puede ocultar la zozobra ante la certeza de que no es sostenible. La regulación del sistema eléctrico español ha primado (ahora vemos que desmesuradamente) la producción de energías renovables o en régimen económico "alternativo". De ahí el déficit tarifario que, casi en su totalidad, no es sino el dinero que el Estado adeuda a las eléctricas por obligarles a comprar a precios disparatados una energía que han de vender muy por debajo de los precios de adquisición.
Cuando en los mentideros informados se habla de 20.000 millones de euros de déficit (450 euros por habitante), también se oyen rumores de que se aproximan cambios en la regulación del sistema. Cambios orientados a reducir ese déficit insostenible. El primero de ellos (puede que haya otros además) es que se va a limitar el acceso a la Tarifa de Último Recurso. Quienes no sean admitidos en ella tendrán que "negociar" con las eléctricas el precio de su suministro. Que será más caro salvo que ahora todos los David pueden derrotar a su Goliat. Es decir, pagarán lo que tengan que pagar --que será más-- si es que quieren seguir contando con este suministro básico.
La única duda ahora estriba en saber hasta dónde se van a bajar esos 10 Kw que constituyen el límite actual de la cuota de potencia o si la discriminación horaria podrá acogerse o no a la Tarifa de último recurso, única regulada por el Estado. Como esto es una mera cuestión de estadística recaudatoria, los que tengamos contratados más de 5 kW y los que soportemos la nueva discriminación horaria podemos comenzar a amarrarnos los machos.
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