Leemos en la prensa nacional que es preciso desregularizar más en este país. Que es imprescindible que los emprendedores no se enfrenten a una maraña de autorizaciones administrativas para iniciar cualquier actividad comercial o mercantil.
Sesudos análisis concluyen que es preciso propiciar la actividad --¿cualquier actividad?-- al tiempo que resulta necesario primar la regularización fiscal y laboral de nuestra economía sumergida. Sin duda es cierto. No se puede esperar durante meses o años para obtener una licencia. Mucha legislación se orienta justificadamente en este sentido.
Pero esos mismos sesudos estudios, salvo en aspectos contributivos (la Seguridad Social no es sino un impuesto sobre el trabajo) nada dicen de la correlativa necesidad de que las leyes se cumplan. Porque el abundantísimo incumplimiento fiscal y laboral (¿un 20-25%?) no es el único. Algunos de los que se quejan de las trabas administrativas para obtener licencias, llevan años desarrollando abiertamente actividades sin ellas y sin sufrir molestia alguna por parte de las autoridades correspondientes. Y, lo que es peor, no es que carezcan de licencias: es que nunca cumplieron los requisitos mínimos para obtenerlas.
Las actividades de ocio nocturno no son una excepción a todo esto.
A primeros de año, en este mismo blog, augurábamos que con la entrada en vigor de la Ley 42/2010, conocida como la Ley Antitabaco, a la puerta de esos bares que se mantienen abiertos hasta las tantas de la madrugada, se organiarían botellones espontáneos como consecuencia de la prohibición de fumar en el interior de esos mismos locales. Lamentábamos que a la ley que había prohibido fumar en locales públicos se le olvidara prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública; y también recordar a las distintas Administraciones Públicas que el derecho al descanso en un bien jurídico tan protegido al menos como el derecho a no inhalar humos ajenos. Se nos olvidó añadir entonces los efectos que tendrían la proliferación en toda la ciudad de terrazas de verano con habilitación legal para mantener la actividad hasta las 2 o las 3 de la madrugada, según los días y los clientes
Dentro de muy poco aumentará el calor y tendremos que abrir las ventanas. También comenzará la recta final de la campaña electoral de las Municipales del 2011. Es posible que todos nos prometan que mejoraran la ciudad, que potenciarán la actividad y el empleo, que harán una ciudad sostenible, ecológica, moderna, progresista y habitable. Todo eso nos dirán.
Pero si no nos empeñamos no nos hablarán de la contaminación acústica y lumínica. Si no nos empeñamos, tendremos otras elecciones sin ruido, otras elecciones sin que partidos y candidatos se compromentan en una política concreta contra el ruido, contra la contaminación en general y contra las actividades ilegales.
Sesudos análisis concluyen que es preciso propiciar la actividad --¿cualquier actividad?-- al tiempo que resulta necesario primar la regularización fiscal y laboral de nuestra economía sumergida. Sin duda es cierto. No se puede esperar durante meses o años para obtener una licencia. Mucha legislación se orienta justificadamente en este sentido.
Pero esos mismos sesudos estudios, salvo en aspectos contributivos (la Seguridad Social no es sino un impuesto sobre el trabajo) nada dicen de la correlativa necesidad de que las leyes se cumplan. Porque el abundantísimo incumplimiento fiscal y laboral (¿un 20-25%?) no es el único. Algunos de los que se quejan de las trabas administrativas para obtener licencias, llevan años desarrollando abiertamente actividades sin ellas y sin sufrir molestia alguna por parte de las autoridades correspondientes. Y, lo que es peor, no es que carezcan de licencias: es que nunca cumplieron los requisitos mínimos para obtenerlas.
Las actividades de ocio nocturno no son una excepción a todo esto.
A primeros de año, en este mismo blog, augurábamos que con la entrada en vigor de la Ley 42/2010, conocida como la Ley Antitabaco, a la puerta de esos bares que se mantienen abiertos hasta las tantas de la madrugada, se organiarían botellones espontáneos como consecuencia de la prohibición de fumar en el interior de esos mismos locales. Lamentábamos que a la ley que había prohibido fumar en locales públicos se le olvidara prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en la vía pública; y también recordar a las distintas Administraciones Públicas que el derecho al descanso en un bien jurídico tan protegido al menos como el derecho a no inhalar humos ajenos. Se nos olvidó añadir entonces los efectos que tendrían la proliferación en toda la ciudad de terrazas de verano con habilitación legal para mantener la actividad hasta las 2 o las 3 de la madrugada, según los días y los clientes
Dentro de muy poco aumentará el calor y tendremos que abrir las ventanas. También comenzará la recta final de la campaña electoral de las Municipales del 2011. Es posible que todos nos prometan que mejoraran la ciudad, que potenciarán la actividad y el empleo, que harán una ciudad sostenible, ecológica, moderna, progresista y habitable. Todo eso nos dirán.
Pero si no nos empeñamos no nos hablarán de la contaminación acústica y lumínica. Si no nos empeñamos, tendremos otras elecciones sin ruido, otras elecciones sin que partidos y candidatos se compromentan en una política concreta contra el ruido, contra la contaminación en general y contra las actividades ilegales.
Cuando por la calle veamos a los candidatos --en Úbeda hay ciento ochenta y nueve (189) candidatos a concejal--, preguntémosles por el botellón, por el consumo de alcohol en la vía pública fuera de los lugares autorizados, por el control de las actividades de ocio con y sin licencia, por los horarios de cierre, por el ruido del ocio y por los ruidos del tráfico.
Preguntémosles. O resignémonos, como hasta ahora, a vivir en una ciudad en la que el ruido y la contaminación están presentes de forma intolerable en todos los momentos de la vida, salvo en las elecciones.
Preguntemos para que no haya otras elecciones sin ruido.
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